5.11.11

Es o se hace?

Carlitos es un tipo raro. Muy raro. Las opiniones están divididas: unos piensan que es y otros aseguran que se hace...
Para empezar, tiene 30 años y, todavía, lo seguimos llamando Carlitos cuando, a esta altura, deberíamos llamarlo don Carlos. Es que Carlitos vive, procede y se comporta como un pánfilo, como "un carlitos", y es por eso que no nos sale llamarlo de otro modo.

Cuando era chiquito yo insistía en que había algo en Carlitos que no me cerraba. Su actitud, su mirada... Qué se yo! De pronto, aparecía contento, saltando en una pata porque le había trocado a un amiguito, un juguete exclusivo, recién traido por sus padres de los Estados Unidos, única pieza en Argentina, por un palo. Y ahí lo veías, empuñando el palo roñoso con orgullo, como si hubiese hecho un negocio sensacional.
-Pobre... es muy inocente...- decía la madre.
-(Pobre...es muy pelotudo!)- pensaba yo.
Pronto se arrepentía del trueque y su mamá era capaz de viajar a norteamérica, ida y vuelta en el día, tan solo para reponerle el juguete. Y le traía dos, por las dudas.

La llegada de Carlitos al mundo se anunció cuando su padre tenía las valijas dentro del baúl del auto y el cambio puesto en primera, para rajarse de la casa. Nunca entendí cómo suceden esos 'accidentes' en los momentos más críticos de los matrimonios. Siempre estuvo la sospecha de que su madre se embarazó a propósito, para retener a su marido, quien ya había hecho otros planes, los que llevó a cabo veinte años después. Carlitos fué, desde entonces, la variable de ajuste del manejo de culpas en esa sociedad conyugal, y él, supo sacar provecho sabiéndose la garantía o la fianza de ese matrimonio a plazo fijo.
No aprendió tanto a escribir o leer como a manipular a sus padres.
Su mamá lo fué moldeando de acuerdo a sus necesidades, a su imagen y semejanza. Asi, le enseñó a fingir, a ocultar, a operar políticamente y a creerse sus propias mentiras. Lo adoraba, lo sobreprotegía pero le era sumamente funcional a la causa.
Su padre, hacía denodados esfuerzos para que no fuese tan evidente el desprecio que le causaba el solo hecho de verlo tan parecido, actitudinalmente, a esa mujer con quien sostenía una vida de mierda. No había nada en Carlitos que le provocara satisfacción; era un inútil a tiempo completo. Pésimo alumno en la escuela, timorato, pusilánime, abúlico. Como su madre. Lo único que se le escuchaba decir a su papá, ante sus amigos, cuando se veía obligado a hablar de Carlitos, era que tenía un miembro tan largo como la trompa de un elefante.
-...muerta, le llega hasta la rodilla...- decía sin exagerar (puedo dar fe de ello porque, hasta que cumplió cinco o seis años, se me permitía verlo al salir de la ducha. Impresionante!).

Cuando sacaba una mala nota en el colegio o lo reprendían por no haber cumplido con la tarea, su mamá se presentaba ante las autoridades y lo justificaba, inventando alguna historia para que los maestros le tuviesen consideración y lo aprobasen de facto.

-Carlitos no tiene la culpa, comprenda profesor. Yo estuve a punto de morir ayer por una enfermedad que padezco desde hace años y, mientras agonizaba en mi cama, entraron marcianos mi a casa y, cuando estábamos a punto de ser secuestrados por ellos, se cayó el techo de la cocina justo encima de los cuadernos de Carlitos y explotó el horno y, cuando llegaron los bomberos, con el agua, mojaron todos los útiles del colegio y...
-Pero se la ve muy bien a usted, muy saludable por haber estado a punto de morir...
-Si, por suerte no fallecí, al menos ayer. Es que tengo la obligación de superarme, por Carlitos, sabe? Soy lo único que tiene...

Estas excusas grotescas las utilizó hasta que Carlitos terminó su secundario. Miento; todavía las utiliza...

El 'trompa de elefante' y su madre, llevaban una vida papal: no hacían nada productivo, gastaban dinero y se enroscaban pergeñando con qué pretexto justificarían el día perdido.

Cuando Carlitos cumplió la mayoría de edad, su padre, al fin, se fué de la casa, creyéndose liberado de los dos pulgones. Se hizo la división de bienes correspondiente y se le buscó un trabajo al "manguera de extinguidor" para que pudiese mantener, al menos, sus vicios y ayudar a su madre a conservar los suyos.
La verdad, no se demostraba muy conforme por tener que laburar como cualquier hijo e'vecino. Llegaba siempre tarde y arrastrando los pies y la anaconda, permaneciendo en estado de modorra las siete u ocho horas que debía cumplir en su puesto.

Un día, alguien me avisó por teléfono, que Carlitos había sido internado en un neuropsiquiátrico.

-Qué pasó????- pregunté sorprendida
-Parece que armó un escándalo en el trabajo porque discutió con su jefa luego de lo cual, intentó suicidarse.
-Suicidarse??? Madre santa! Cómo?
-Intentó asfixiarse,tapándose la boca y la nariz, con las manos...

Largué una carcajada. Cómo alguien puede tomar en serio un intento de suicidio de un pelotudo que se tapa la boca con una mano, y la nariz con la otra? Pero déjenme de joder, viejo! Un intento de suicidio fallido adrede, es probar cortarse las venas con el filo de una galletita; es simular tirarse por una ventana cuya persiana está baja; es intentar clavarse un espárrago en la yugular; es dar vueltas sobre el propio eje hasta caer desmayado por el mareo! Pero taparse la boca y apretarse las fosas nasales con los dedos, no califica de intento de nada!

-Y lo internaron por eso?
-Y...si. En una clínica privada que cuesta una fortuna por día.
-Ahhh! Hubiéramos empezado por ahí! Si lo llevaban a un hospital público lo cagaban a patadas y a bifes por querer hacerse el pillo. Yo no puedo creerlo...

Asi empezó lo que algunos creen que es una gran farsa y otros, pocos, que es una triste realidad.
La cosa es que, su madre, mientras permanecía internado con vaya a saber qué diagnóstico, aprovechó para realizar ciertos trámites ante un juez, solicitando que se obligue a su ex esposo, padre de la desproporcionada criatura, a hacerse cargo pecuniariamente, hasta que los médicos consideren que ya es momento de reinsertarse en el mundo de los que trabajan. Y lo consiguió.
Cuando le dieron el alta, le sugirieron continuar con una terapia ambulatoria porque, convengamos que, un infelí que se tapa la nariz y la boca delante de sus compañeros de trabajo y se hace el muertito, necesita una ayudita terapéutica...
Carlitos, desde entonces, cambió una veintena de veces de profesional. Sospechamos que, cuando le dicen aquello que no quiere oir, se enoja y lo que no quiere oir, presentimos, son las palabras mágicas: "deberías buscarte un trabajo".

A Carlitos lo mantiene su papá, y, de paso, a su mamá también. Él argumenta que no puede trabajar porque no tolera estar encerrado en ninguna parte, sin embargo, no se pierde festicholas, ni bailongos ni jodas aunque éstas se hayan organizado adentro de la cañería cloacal de la Ciudad de Buenos Aires.

Cuando su padre le aprieta una tuerca y lo amenaza con quitarle el subsidio, estalla en crisis y allí es cuando su mamá divulga que Carlitos entró, nuevamente, en un pozo depresivo y que teme por la decisión que vaya a tomar... (si, si; todos tememos que intente suicidarse, ésta vez, arrojándose sobre la pista del Scalectrix...).

Carlitos es un tipo raro. Nadie sabe si es o se hace. Si es, pareciera como que se hace y si se hace, pues lo hace muy bien.
De todos modos, creo que es un caso perdido. Tiene treinta años y su vida transcurre durmiendo, chateando, viendo programas de espectáculos y, por las noches, saliendo de joda, claro, con dinero de arriba.
Me pregunto cómo se venderá cuando quiere conquistar a una chica. No tiene una carrera, un título, no puede mantener una conversación interesante, ni siquiera cuenta con un pellizco de cultura general como para inventar anécdotas o hacer una broma. Con la tararira supongo que no basta, tal vez un poco, al principio, pero también las piruetas se agotan en algún momento!


A veces, lo miro y pienso si nos estará tomando el pelo a todos o si realmente le falla algo. Después de tantos años, sigue siendo un dilema para mi. No se qué pensar.
Lo miro y no puedo, jamás, dejar de recordar el modo que eligió para suicidarse aquella vez. Y me río sola, e imagino a Carlitos metiendo la cabeza en una palangana con la mitad de agua, intentando ahogarse o abriendo latas de atún en aceite y echándose el contenido encima para ver si el pescado lo ataca y se lo come o, al menos, lo mordisquea y lo hiere de muerte...
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